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Ponencia presentada por Andrea Carolina Jiménez Martín, Docente de la Univeridad Nacional de Colombia e integrante del Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz durante el diálogo "El papel de la Universidad Pública en la construcción de la Paz" desarrollado el pasado 9 de junio de 2016 en el marco del Foro - Taller "Los aportes de la Universidad Pública a la Paz Territorial".

 

Buenos días. Muchas gracias. Es un placer otra vez estar aquí en la mañana compartiendo con ustedes.

 

Como decía Juan Carlos, la invitación un poco en la mañana - porque ayer trabajamos un poco más en perspectiva del proceso y de algunos elementos para analizar el proceso - era poder compartir algo de lo que ha sido la experiencia del Centro de Pensamiento. Antes de entrar un poco a contar, porque digamos que no hemos propiamente sistematizado la experiencia del Centro de Pensamiento, quisiera proponer como dos o tres ideas generales que me parece que es importante dialogarlas en esta de discusión de pensarnos el papel de la universidad, o quizá no sólo de la universidad, sino de la educación en un horizonte de la construcción de paz.

 

Yo creo que las dos intervenciones que me precedieron y las del día de ayer, más las que ustedes han venido elaborando en sus diferentes espacios, denotan la complejidad del conflicto armado y en consecuencia la complejidad de un proceso de construcción de paz.

 

Y un proceso de construcción de paz que como lo hemos dicho, no se limita simplemente a desarmar los territorios, sino a generar unas condiciones de vida digna en los territorios. Y en ese orden en término del lugar de la educación, de la universidad y la academia en la construcción de la paz, quisiera iniciar problematizando un componente:  y es que la violencia también ha estado definida por la negación de otras formas de conocimiento.

 

Yo creo que en la universidad tenemos que hacernos esa pregunta porque la universidad no solamente colombiana, sino en la universidad como espacio de producción del saber se han negado otras formas del saber y otras formas del conocimiento. Y creo que un escenario de construcción de paz nos interpela y necesariamente nos tiene que interpelar en ese horizonte. En un horizonte donde ha habido un epistemicidio de unas formas de saber que aunque no tienen las formalidades que uno se mueve en el mundo académico, son profundamente valiosas para entender los territorios, para impulsar los territorios y para ayudar a organizar la sociedad de un modo distinto.

 

Entonces creo que ese escenario de construcción de paz, y creo que una universidad pensándose en participar en ese proceso, se tiene que abrir al diálogo de saberes. Se tiene que abrir a ese diálogo y se tiene que abrir a entender que el aporte que nosotros podemos hacer desde la universidad es muy valioso, pero no es el único aporte para pensar la construcción de la paz. Entonces ese es un primer elemento que quisiera señalar.

 

En ese orden, hay un segundo elemento que me parece que también es importante que podamos abordar en esta discusión, y ya lo señalábamos ayer en algún momento, y es que el régimen político colombiano, la constitución misma de la sociedad colombiana, ha dinamizado unas lógicas centralistas de diversos ordenes que le han hecho mucho daño a los territorios. Y en ese orden la construcción de la paz debe también pasar por descentralizar esos centros que se han reconocido como los más valiosos para la construcción del conocimiento. Y lo digo desde un espacio que valoro, quiero mucho, define buena parte de mi vida que es la Universidad Nacional de Colombia; pero esas lógicas centralistas de las universidades públicas y privadas en Bogotá creo que le han hecho mucho daño a este país.

 

Y en consecuencia creo que el escenario de la construcción y creo que el escenario de los postacuerdos, pero creo que tampoco es útil poner todo en el marco de los postacuerdos, requiere hoy dar la posibilidad para que estos espacios regionales y estas universidades regionales asuman un lugar protagónico en la dinamización de transformar las territorialidades de la guerra que se han estructurado en Colombia. En ese orden la Universidad Surcolombiana, la Universidad de los Llanos Orientales, la Universidad Industrial de Santander, otras múltiples universidades regionales que han hecho unos esfuerzos enormes para ayudarse a pensar el territorio y no lo suficientemente valoradas en los espacios académicos, creo que deben poder avanzar en ese orden. Y no sólo desde la región sino también desde esos espacios de centralización del poder donde no se le ha dado el valor a la producción del conocimiento en las regiones. Entonces creo que ese es un segundo elemento importante en esta reflexión.

 

Hay un tercer elemento que nos está interpelando mucho, y eso si lo cuento más… -me excuso con ustedes porque no es muy estructurado en términos de una presentación de un seminario”- …un poco más anecdótico, pero creo está tocando mucho en la vida institucional. Hoy particularmente en la Universidad Nacional tenemos un debate muy fuerte sobre eso. Y es una discusión que se ha venido dando en las últimas tres semanas a propósito de lo que se ha denominado “la academia capturada por los intereses políticos” o lo que otros profesores han planteado “el homenaje a las armas”. ¿Por qué lo digo? Y les decía que lo iba a contar de un modo muy anecdótico:

 

Hace más o menos tres semanas el departamento de sociología cumplió 50 años y se hizo un reconocimiento -como uno de los egresados que había aportado a la producción del conocimiento y a la construcción de la Facultad de Sociología- al profesor Miguel Ángel Beltrán. Creo que más o menos todos ustedes aquí conocen la situación del profesor Miguel Ángel. Eso empezó a generar un debate muy fuerte en la universidad porque un grupo de profesores de la facultad sacaron un comunicado muy enfático rechazando ese reconocimiento que había hecho la Facultad de Sociología y posteriormente sacaron dos columnas que han sido muy fuertes y creo que han sido bastantes duras con la Universidad Nacional y particularmente con la sede Bogotá. Una columna del profesor Gustavo Duncan titulada “Homenaje a las armas” donde dice que la expresión del reconocimiento al profesor Miguel Ángel por parte de la facultad denota cómo la academia está participando en la lucha armada y particularmente, no lo dice explícitamente pero se puede reconstruir del ejercicio, como en la Universidad Nacional pareciera que los profesores de la Universidad Nacional hiciéramos parte de la lucha armada. Posteriormente el profesor Mauricio García saca una columna titulada “Academia capturada”; y un poco proponiendo que la academia ha sido capturada por intereses políticos y ha contaminado ese foro con dogmas ideológicos en un foro que aparentemente debería ser neutral y debería tener el carácter de científico.

 

Hago mención a esto porque me parece que es muy difícil proponer que un intelectual o un académico comprometido con los procesos sociales o comprometido con ayudar a construir una lectura crítica de lo que ha sido la configuración de este sistema político, se haga la asociación con espacios armados. Y lo digo porque creo que también el pensamiento crítico en Colombia ha sido altamente perseguido. Y creo que es una discusión que debemos darnos en la universidad. Si el pensamiento crítico no es lo que se ha venido denominando en el marco de la modernidad occidental científico; Y si la universidad en consecuencia no se puede comprometer políticamente en la construcción de una sociedad diferente. Digamos que yo ahí tengo una interpretación distinta en tanto para mí lo político no es ese dogma ideológico, no es ese compromiso con otras formas, sino lo político es la posibilidad de construir una vida digna y una vida diferente. Y creo que ahí la universidad debe ayudar a rescatar la categoría de lo político y la política. Entiendo que aquí hay un departamento relativamente joven de Ciencia Política, con profes muy comprometidos ayudando como a reflexionar esta situación y me parece que es muy importante que podamos avanzar en ese horizonte. Y lo digo en el siguiente orden:

 

Hoy todas las universidades, yo creo que esa discusión la han vivido ustedes aquí en la Surcolombiana como lo hemos vivido nosotros en la Nacional, y es… que se ha venido creando una idea que hay unos conocimientos que si son científicos y que si son válidos y otros no. Y eso nos ha hecho mucho daño a las humanidades y particularmente mucho daño a las humanidades que tienen una perspectiva crítica. Nosotros hemos dado unos debates bien interesantes al interior de la universidad sobre las políticas definidas ahorita por Colciencias en tanto castigan las ciencias sociales y las humanidades, y castigan particularmente unos enfoques de las ciencias sociales y de las humanidades. Y a mí me parece que eso en un escenario de construcción de paz lo debemos discutir, porque es que la posibilidad de reconocer formas distintas de entender el mundo, de explicar el mundo, de comprender el mundo y de ayudar a proponer otras formas de organizar el mundo deben estar en un escenario de construcción de paz. Entonces creo que ese no es un debate ajeno a todo lo que nos está pasando en el escenario colombiano y debemos darlo. Debemos darlo de tal suerte que eso permita también… creo que todas las posiciones son válidas. Y creo que justamente un escenario de construcción de paz debe permitir eso y no negar, ya no desde la vía de la criminalización, pero si desde otros dispositivos científicos, que se produzcan esas formas de conocimiento.

 

Toda la discusión sobre la puntometría al interior de las universidades es eso. Es la dificultad de reconocer otras formas. Entonces al interior de la universidad lo vivimos y en la universidad reproducimos esas prácticas cuando nos encontramos en el diálogo con otros actores y otros sectores sociales.

 

Yo quería proponer como esas tres ideas iniciales porque creo que es importante en esta discusión que nos abogamos en la sociedad en la actual coyuntura

 

Ahora si a lo que me dijeron que me invitaron a conversar que era sobre el Centro de Pensamiento

 

En la universidad hemos estado viviendo ahorita una emergencia de centros de pensamiento en el marco de lo que ha sido la coyuntura de la negociación del conflicto armado. Y yo creo que distintos investigadores, grupos de investigación, colectivos estudiantiles, porque en la universidad no sólo somos lo que producen los profesores sino lo que hacen nuestros estudiantes y los trabajadores, de formas no tan explícitas, pero si habían venido dando la discusión sobre la paz.

 

El Centro de Pensamiento terminó siendo más también una coyuntura donde nos tuvimos que organizar particularmente en la universidad. Ahí digamos quizás la presencia más fuerte, aunque se ha intentado un ejercicio interdisciplinario en el Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz, ha sido de la Facultad de Derecho y del Departamento de Ciencia Política, y ahí nos hemos articulado una serie de profesoras y profesores para apoyar el ejercicio del proceso de diálogos de La Habana y lo que se puede esperar en los diálogos con el ELN.

 

Ahí hemos explorado diferentes estrategias y hemos dado una discusión bien interesante al interior del Centro de Pensamiento de cómo la universidad y particularmente la Universidad Nacional… porque creo que ahí la intervención del señor Rector es bien importante en términos de: “no es lo mismo el lugar de la universidad pública a la universidad privada”. No lo digo en términos de que la universidad privada no sea muy importante también en este escenario y construya mucho, pero la universidad pública tiene unas responsabilidades distintas con la sociedad colombiana, creería yo, y la Universidad Nacional se ha planteado la discusión de cuál es nuestro lugar en ese ejercicio.

 

Los primeros escenarios que construimos en el Centro de Pensamiento fueron justamente apoyar la convocatoria a la sociedad civil para llevar las propuestas a la Mesa de Conversaciones en La Habana. Ustedes saben, nosotros organizamos, yo creo que mal contados unos 10 foros, unos de carácter nacional y otros de carácter regional sobre cada uno de los puntos de la agenda de conversaciones, el último lo hicimos el pasado 7 de febrero, y también ha sido todo un ejercicio de plantear diálogos distintos porque había dos racionalidades bien distintas: el sistema de Naciones Unidas y el sistema de Universidad Nacional. Se avanzó y creo que se hizo un ejercicio interesante con todas las limitaciones que puedan tener los foros señalados. Digo todas las limitaciones porque quizá no tuvieron ese carácter de diálogo tan amplio como ameritaría este tipo de discusiones, pero las características mismas del espacio no lo permitían. Entonces ahí ha habido como un primer ejercicio en el Centro de Pensamiento.

 

Ha habido un segundo ejercicio que creo que es bastante interesante y es la promoción de las alianzas con las universidades públicas y privadas a nivel nacional. Yo entiendo que ustedes aquí también han venido haciendo un esfuerzo de las alianzas interinstitucionales, interuniversitarias con universidades de la región y creemos que eso es muy importante un poco en la perspectiva de ayudar a romper esas lógicas de la centralización. Entonces no ha sido la pretensión del Centro de Pensamiento ir y plantear su posición, sino construir conjuntamente la forma como nos vamos a articular en estos procesos.

 

Ha habido una tercera entrada y es una tercera entrada que nos preocupa bastante y es… -ya ayer salía algo en la discusión- …y es referente a lo mal o bien llamado pedagogía de la paz. Esa ha sido una preocupación fundamental para nosotros en tanto por los diferentes espacios que podemos compartir, pues, se ha podido identificar que hay un profundo escepticismo, incredulidad de algunos sectores de la sociedad colombiana con la paz y un profundo desconocimiento con la paz.

 

Yo creo que no se trata simplemente de como decía ayer Mario de si se han leído las 140 páginas o no, sino de poder ayudar a comprender lo que ha representado la guerra para este país y lo que puede representar la paz. En ese orden hemos avanzado en un ejercicio televisivo que es un programa que se trasmite todos los sábados a las tres de la tarde en Canal Institucional que se llama “La paz en foco” y que lo trasmitíamos los lunes a las 8 de la noche en Canal Capital. Pero que las circunstancias mismas de las trasformaciones dramáticas que hemos vivido en Bogotá han generado que el espacio en Canal Capital ya no tenga cabida como muchos otros espacios que se habían generado en Canal Capital.

 

¿Este programa que ha buscado? y creo que en algunos elementos ha contribuido es a ayudar a mostrarle a la opinión o a los televidentes que consultan este tipo de canales -porque no es que sea la audiencia de RCN y Caracol-, los acuerdos, los actores que juegan en los postacuerdos, porque nos hemos jugado en ese horizonte de que no planteamos la idea del postconflicto, sino de postacuerdo, entonces hemos venido haciendo una serie de ejercicios donde confluyen diferentes actores sociales, políticos, económicos, para pensar el tema de la paz. Entonces creo que ese ha sido como otro frente el que ha explorado los Centros de Pensamiento.

 

Hay un cuarto espacio en el que hemos venido trabajando y son diversos ejercicios editoriales. Creemos que estos son también bastante útiles en términos de ayudar a poner a diferentes compañeras y compañeros de la academia a discutir sobre la paz y ahí ya hemos publicado dos libros, está en construcción un tercer libro en términos de que nos pensemos todo el ejercicio de los postacuerdos y de la negociación del conflicto.

 

Hay un quinto espacio donde hemos venido desarrollando bastantes ejercicios y son acompañamientos territoriales para pensar el proceso de la implementación. Digamos que no era suficiente, osea no es suficiente, en efecto, darnos la discusión sobre qué representa el fin del conflicto, conocer un poco los acuerdos que han alcanzado en la Mesa de Conversaciones en La Habana, sino hemos venido diseñando unos ejercicios de diálogo territorial para que con diferentes actores, líderes campesinos, indígenas, afros, líderes de la institucionalidad, nos pensemos los desafíos de la implementación de los acuerdos en los territorios. Ahí particularmente hemos avanzado en unos ejercicios en Tumaco y en Arauca donde empieza a emerger que en efecto, como se discutía ayer ampliamente, la implementación es un desafío que nos interpela a todos y todos los actores que estamos en los territorios entonces habría que mirar ahí como avanzar.

 

Un último espacio que hemos venido trabajado es el desarrollo de seminarios conjuntos en alianzas con las universidades. Se han hecho ya varios seminarios en articulación con la Universidad de Los Andes, la Universidad Javeriana, la Universidad del Rosario en Bogotá para pensarnos el tema de la paz.

 

Creo que el balance es bien interesante y ahorita en la Nacional lo que ha venido pasando es que se han venido creando otros Centros de Pensamiento, en la Facultad de Agronomía, en la Facultad de Artes, en la Facultad de Sociología. Incluso en el marco de la celebración que se hizo en la semana de Camilo Torres, el Centro de Pensamiento sobre Camilo Torres dinamizó toda esa reflexión; y se han generado una serie de encuentros entre centros de pensamiento pensando en perspectiva no sólo de los encuentros público-privado sino en un elemento que es importante señalar y que lo olvidé mencionar en los tres puntos que quería destacar y es el tema de pensar desde las diferentes disciplinas el problema. Yo creo que la forma como se han construido, o esa estructuración de códigos binarios antagónicos propios del pensamiento moderno: “estos son ciencias exactas, esto son ciencias sociales”, le ha hecho mucho daño al conocimiento. Porque nos han fragmentado mucho la forma de entender los problemas. Incluso al interior de las ciencias sociales tenemos dificultades para establecer los puentes entre la ciencia política, la sociología, la filosofía, la economía, la historia, antropología… y un poco aquí hemos intentado, no obviamente quebrar, pero si avanzar en los puentes de los diálogos entre las diferentes facultades porque creemos que es importante dar esa discusión al interior de la universidad.

 

Este ejercicio se ha hecho, y eso si quisiera destacarlo porque me parece que no sería justo con otra serie de colegas que en el Centro de pensamiento se ha avanzado, pero hay otros colegas también que han estado muy comprometidos con todo el tema de la paz y que han avanzado desde sus grupos de investigación, desde los procesos en que participan, en pensarse este tema de la paz.

 

Bueno. Yo sé que eran unas ideas como muy generales para socializar un poco lo del Centro. De todos modos, si hay una inquietud podemos compartir algunas cosas que se han producido.

 

Muchas gracias.

Ponencia presentada por Jesús Alfonso Flórez López, Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidaad Autónoma de Occidene durante el diálogo "El papel de la Universidad Pública en la construcción de la Paz" desarrollado el pasado 9 de junio de 2016 en el marco del Foro - Taller "Los aportes de la Universidad Pública a la Paz Territorial"

 

Buenos días

 

Saludo muy especial al señor Rector, a la profesora Carolina, al profesor Juan Carlos y agradecer por esta invitación que me han hecho a compartir, por lo tanto agradecerles fundamentalmente a ustedes que me van a regalar estos minutos para escuchar estas reflexiones que intentaré presentar a continuación.

 

Me han solicitado que centre estos 20 o 25 minutos en reflexionar acerca de lo que el proceso de paz tiene que ver con las víctimas. Ya el Rector lo mencionaba en el cuarto punto de la declaración de las universidades cómo adhieren a esa orientación que tiene el proceso de paz, según la cual, dicho por las partes, según ellos, las víctimas son el centro del proceso. Por lo tanto, se nos torna en algo inaplazable y tal vez prioritario en este marco de reflexión sobre cómo construir la paz en esta situación de Colombia.

 

En ese orden de ideas quisiera, para poder contextualizar esa reflexión, indicar algunas preguntas que creo que debemos seguir reflexionando en general. En primer lugar, siempre nos ha costado en el país caracterizar en qué estamos: ¿Si en un conflicto?, ¿En una guerra?, o qué es eso. Y tanta situación que nos ha llevado a escribir muchos libros y muchas presentaciones sobre la caracterización; El mismo proceso de paz convocó a unas personas muy importantes, 12, a que escribieran un documento sobre cómo caracterizar las causas históricas de este conflicto, como una Comisión Histórica del Conflicto. Todos sabemos el resultado de la misma, unos muy buenos documentos, cada autor escribió su propia reflexión, pero los relatores no nos ayudaron al final a tener una visión conjunta. Y tal vez no es un problema, sino que refleja justamente esa problemática que tenemos de caracterizar nuestra situación.

 

Por eso cuando hablamos de postconflicto nos hemos metido en otras discusiones previas, a decir que no es postconflicto, que es postacuerdo, que es postnegociación, para poder entender de dónde venimos. Y ayer quedaba muy claro en la noche de que obviamente la conflictividad social va a continuar porque tiene que continuar, porque esa es la naturaleza de los seres humanos. Siempre que nos agrupamos hay unas posibilidades de generar conflicto, de generar tensión y más una sociedad tan inequitativa como la nuestra.

 

Por lo tanto creo que para poder entender el tema de las víctimas tenemos que ser claros, a mi manera de ver, de que aquí estamos es en una guerra. Y lo que estamos intentando saldar es una situación de guerra en el país. Una guerra, claro, que es una guerra irregular. No es un guerra clásica o definida según los que estudian las guerras, desde el punto de vista desde un conflicto internacional, de una guerra de posiciones, en fin. Pero si ha sido una guerra irregular. Y por eso es tan importante que lleguemos al fin de esta guerra irregular. ¿Por qué?. Porque es que el Estado se ha organizado y ha definido su presupuesto y ha definido su forma de gobernar alrededor de esta condición que hemos tenido tan prolongada en el país de tener una guerra irregular.

 

Por eso la violencia va a continuar, claro. Lamentablemente una vez terminemos este estado de guerra, las violencias que tenemos fruto de otras situaciones van a continuar. La del narcotráfico queremos superarla, y la violencia de la delincuencia común va a continuar.

 

Y eso debemos tenerlo muy preciso nosotros como colombianos y colombianas, ¿por qué?. Porque es que las víctimas de la guerra irregular del país, las víctimas en cuanto a personas que han perdido la vida en esta guerra irregular sólo representan groso modo, según el Centro de Memoria Histórica, el 20% de toda la cantidad de violencia que produce esta sociedad. Por lo tanto, una vez que termine la guerra vamos a querer resolver que se detenga al menos ese 20% de causas de generación de víctimas, de asesinatos, de pérdida de vidas humanas. Pero lamentablemente seguiremos en una situación en que tenemos que superar nuestra conflictividad y nuestra violencia social de ese otro 80%.

 

Entonces, en ese orden de ideas, es necesario efectivamente que paremos la guerra de cara a las víctimas por una única razón, a mi manera de ver, y es una razón ética. Debemos parar esta guerra por algo fundamental y es que debemos prevenir que haya más víctimas. Si nosotros prolongamos esta guerra y no generamos condiciones para que se detenga, lo que estamos es generando condiciones para que haya más dolor, para que haya más pérdida de vidas humanas, para que haya más desarraigo social. Entonces esta generación, nosotros lo que estamos aquí presentes, estamos convocados es a pensar en ese futuro de un país para ahorrarnos a nosotros mismos dolor, ahorrarnos a nosotros mismos víctimas.

 

Puestas las cosas así, ¿de qué victimas estamos hablando dentro de la guerra?. Y aquí viene todo un debate que el país todavía apenas está empezando. ¿Estamos hablando de las víctimas que han generado los vencidos de una guerra? ¿Estamos hablando de las víctimas que han generado los vencedores de una guerra? ¿Quiénes fueron vencidos? ¿Quiénes son los vencedores? ¿Y quiénes van a escribir la memoria de esta guerra irregular que tenemos?. Por lo tanto, hoy si nosotros miramos otro tipo de guerras y otro tipo de confrontaciones que han logrado saldarse, pues evidentemente en una postguerra los vencedores siempre van a poner su narrativa, siempre van a poner sus principios de comprensión de la situación y los vencidos naturalmente, casi siempre, se les ha relegado, ocultado a que ellos puedan narrar su visión.

 

Pues bien, nosotros tenemos hoy la oportunidad de que finalmente en esta guerra y en este diálogo de paz que estamos teniendo, pues, en definitiva, no hay unos vencedores. En definitiva, como nos lo ha dicho en diferentes ocasiones el profesor Alfredo Molano, en diferentes espacios, a este diálogo de paz han llegado dos actores con conciencia de vencidos. Y ¿por qué con conciencia de vencidos?. No porque estén derrotados, sino porque saben que no son capaces de derrotar al otro. Y que prolongar esa situación, de continuar esta guerra, pues no llevará de forma indefinida a querer buscar ese desbalance, ese desequilibrio de cara a la situación de orden militar.

 

Por lo tanto, el hecho de que se haya visto que efectivamente las víctimas son el centro de la negociación, pues quisiéramos que efectivamente en el proceso mismo de la negociación eso quedara lo suficientemente claro.

 

Un punto de partida en ese análisis de los acuerdos. Los acuerdos que tenemos o los preacuerdos, porque todos sabemos que nada está acordado hasta que todo esté acordado, porque será finalmente un sólo gran acuerdo, el acuerdo final. Pero estos preacuerdos que han ido saliendo ¿qué nos indican?: Que efectivamente nos gastamos como país en una negociación año y medio para abordar tres temas. Y esos tres temas están relacionados con la causalidad del conflicto. Dos de ellos relacionados: el tema agrario (el tema de tierras) y el tema político. Nos gastamos año y medio en la negociación para abordar esos dos grandes campos, incluyendo el tema de cultivos de uso ilícito que está asociado a la problemática de la tierra.

 

Pero para el tema de víctimas nos gastamos año y medio en la negociación. Eso quiere decir que este tema se nos volvió en la negociación un tema bastante complejo. Y bastante complejo ¿por qué?. No por las víctimas en sí mismas, sino que al hablar de víctimas necesariamente tocó hablar de los victimarios; y ese diálogo respecto a los victimarios y el rol que va a establecerse para ellos en esta negociación, pues es lo que nos ha llevado a extendernos en tantas discusiones y a mirar toda esta polarización que se mencionaba anoche también en este coloquio, en torno a que es lo que ha generado efectivamente esa polarización.

 

Por eso me parece que un punto de partida para hablar de víctimas es tener en cuenta la memoria.  Si nosotros no tenemos la narrativa de las víctimas de la guerra que estamos padeciendo y que queremos saldar, pues será imposible tener claridad de qué estamos hablando. En ese orden de ideas y de manera muy rápida, recordemos lo que ya hemos recorrido como país. Nosotros no hemos terminado una guerra, pero ya tenemos un Centro de Memoria. Normalmente los centros de memoria se crean después de las guerras. Pero nosotros estamos tratando de solucionar una guerra y al mismo tiempo como país hemos creado un Centro Nacional de Memoria Histórica para darle salida a otra negociación que no podemos detenernos ahorita aquí que fue el proceso con los paramilitares.

 

Pero el Centro de Memoria nos arroja unos datos que no podemos dejar de mirar rápidamente para poder mirar lo que va a significar el acuerdo respecto a las víctimas. Nos está hablando, y teniendo en cuenta como referente un punto de partida en el país, y es que, nosotros también hemos avanzado en algo importante como país, así sea irregular, pero siempre vemos el vaso medio lleno o medio vacío, veámoslo por ahora más bien medio lleno, y es que avanzamos en tener una Ley de Víctimas, antes de terminar la guerra. Y gracias a esa Ley de Víctimas es que pudimos avanzar en esta negociación, porque recordemos que antes de esa Ley de Víctimas no teníamos conflicto declarado. Nos negamos a reconocer el conflicto, y esa Ley de Víctimas es el punto de partida para ese reconocimiento.

 

En el registro que se lleva hasta el momento, de muertes de esa guerra tenemos alrededor de 220.000 asesinatos o personas muertas en el contexto de la confrontación. Pero lo que queremos detallar de cara a eso, es que el 81.5% de esas víctimas son civiles, o mejor de esos muertos son civiles y tan sólo el 18.5 son de combatientes. Por lo tanto, analizar la problemática de las víctimas en el proceso de negociación es de vital importancia porque es la manera como podemos avanzar en un camino hacia un reencuentro como país, como sociedad.

 

En ese orden de ideas, nos dice el actual Registro de Unidad de Víctimas hasta mayo del presente año, nos dice el registro que tenemos víctimas declaradas o registradas por efecto de la guerra, del conflicto armado 7.762.840. De las cuales como todos sabemos la mayoría son la población desplazada 6.803.961 registradas hasta mayo de este año.

 

Estamos es hablando es de como saldar esa problemática sin mirar todos los desagregados, el tema de los desaparecidos, el tema de los secuestrados y todos los desagregados que ello implica.

 

Pero brevemente, miremos rápidamente lo que el mismo Centro de Memoria nos ha planteado. Esta es una geografía de la violencia y geografía de las víctimas. Este es el mapa de las masacres por intervención en los municipios: los colores grises donde ha habido menos de 5 y los colores amarillos a partir de 5 masacres en el país en el periodo allí señalado, entre el 80 y el 2012. Pero también nos dice el Centro de Memoria que podemos mirar esa misma violencia por asesinatos selectivos, los colores van indicando la misma situación, donde hay más el amarillo, donde hay menos el gris.

 

La otra categoría, la desaparición forzada. Y es muy importante esa categoría porque por primera vez entra esa categoría en un proceso de negociación de saldar esta guerra que tenemos en el país. Es decir, existen los desaparecidos en cuanto víctimas. Yo recuerdo que hace unos años atrás cuando se empezó a hablar de los desaparecidos en Colombia también aparecieron unas pintas en Bogotá que decían: “los desaparecidos están en el monte”, es decir, los desaparecidos se habían ido era para la guerrilla según los que ponían esas pintas. Hoy tenemos una posibilidad de afrontar ese problema como país.

 

Pero fíjense como el mapa, en las otras expresiones de la violencia nos quedaban algunos resquicios blancos, pero con el tema de la problemática del desplazamiento el mapa se nos llenó. No hay lugar en Colombia, como lo registra el Centro de Memoria Histórica, donde esta problemática del desplazamiento no esté presente. Lo mismo el color amarillo donde ha habido mayor intensidad, y el color gris menor intensidad.

 

Ataques a las poblaciones por municipios. Y quiero detenerme en esta figura. De esas masacres cometidas entre el 80 y el 2012, allí están las barras. ¿De quién es la mayor responsabilidad? Y aquí fue donde nos demoramos en la negociación frente a este tema de las víctimas. Por eso nos gastamos año y medio en ese proceso de negociación, porque era ¿quién es el victimario?. Es decir, la prensa en general, cuando se empezó a hacer esas consultas sobre las víctimas y de llevar estos grupos de víctimas que fueron a La Habana a exponer sus planteamientos, comenzaron a decir que por qué estaban llevando víctimas de paramilitares a esa negociación. Si con quién estábamos hablando era con las Farc. Y que por lo tanto lo único que tocaba llevar era víctimas de las Farc, porque las Farc tenían que responder ante sus víctimas. Pues ese planteamiento estaba vinculado a ese otro planteamiento que no nos ha permitido avanzar con fluidez en la negociación como país y es aquel en que se entiende que no se debe negociar, sino que se debe es reducir a la justicia. Es decir, tenemos que generar es una práctica de mayor envergadura de la confrontación militar hasta reducir a la guerrilla y llevarla a la justicia. Y allá que pague por todas sus víctimas.

 

Pero este proceso de negociación, cuando tocó el tema de víctimas, lo que nos está diciendo es “aquí estamos es justamente en una negociación”. “Aquí no hubo una derrota absoluta militar contra la guerrilla de las Farc”. Y por lo tanto si el gobierno se dispuso a una mesa de negociación es porque efectivamente reconoce una calidad de ese sujeto capaz de hacer la interlocución para avanzar en una solución política de esta guerra irregular.

 

Por lo tanto, el tema frente a las víctimas nos llevó frente al tema de las responsabilidades de esa actuación. La gráfica que nos muestra el Centro de Memoria Histórica que ustedes están viendo ¿qué es lo que nos está ejemplificando?. Que la sola categoría de masacres entre el 80 y el 2012,  1.166 de ellas son responsabilidad de los paramilitares, y de las guerrillas 343 y estamos hablando de todas las guerrillas, porque en el 80 todavía teníamos todas las guerrillas presentes en el país.

 

Entonces, ¿cuál es el resultado global de la responsabilidad frente a este tema de las víctimas?. Las Farc dijo: “vamos a responder, claro que si”. Pero es que como lo ha dicho Naciones Unidas y lo ha estado documentando todo el movimiento de derechos humanos, en particular el Sistema de Naciones Unidas, las Farc son responsables del 18% de la victimización del país. Entonces dijo las Farc: “vamos a asumir la responsabilidad frente a ese 18%, pero ¿quién responde por ese otro 82%? Usted señor Estado que es la contraparte de la negociación”. Y entonces ahí es cuando se nos vuelve complicado el problema. Porque claro, todos pensábamos que aquí lo que íbamos hacer era reducir la guerrilla a que llegara y pagara cárcel por todos los vejámenes cometidos, claro que si, pero estamos es saldando una guerra en la que todos los responsables deben asumir sus obligaciones frente a esto.

 

En ese orden de ideas todos los estudios también nos han dicho cómo el paramilitarismo, en general, ha sido una política de Estado entendida de muchas maneras en cuanto a esa articulación de esos paramilitares con la fuerza pública, por lo tanto el nivel de responsabilidad de cara a la guerra, pues lo asume la contraparte globalmente en esta negociación.

 

Quizás sea eso uno de los puntos por los cuales hay un sector en el país que le está poniendo tanto problema a la negociación. Y ¿cuál es la palabra que usa ese sector del país?, ¿Cuál es la palabra clave para oponerse al proceso?. ¿Lo recuerdan?: La impunidad. No hay día que no se diga que este es un proceso de impunidad. De impunidad porque según ellos no se va a llevar la guerrilla de las Farc a que pague por todos los vejámenes cometidos, como corresponde, y que se lleve a la justicia ordinaria. Cuando la guerrilla de las Farc dice “vamos a responder por el 18% y el Estado responde por el otro 82%”, esa discusión comenzó a tener cierto nivel de relativización sobre estado de responsabilidad. Y cuando el expresidente Gaviria, en enero del año pasado, sale con el pronunciamiento de que los responsables tienen que ser todos, es decir, la guerrilla por supuesto, los paramilitares por supuesto, el Estado por supuesto y los civiles que patrocinaron la guerra, en lo cual hay una coincidencia con la guerrilla de las Farc. Entonces allí entramos a lo que el proceso de negociación en el punto 5 intentó hacer: que es mirar el gran desafío que son las víctimas. Pero para poder atender ese gran desafío de las víctimas, pues tenemos que buscar una medida en que la negociación permita que efectivamente no haya impunidad, haya justicia y que por lo tanto las víctimas puedan sentirse sujetos de reparación que es de donde se desprende ese principio de la justicia y sobre todo puedan estar en unas condiciones en que puedan avanzar en un camino hacia una reconciliación o reencuentro con la sociedad colombiana.

 

Es por eso entonces que el punto 5 de las víctimas nos llevó tanto tiempo y nos metió en la famosa problemática que tanto también se habla en el país de la justicia transicional. Efectivamente el punto 5 del acuerdo lo que nos indica de manera clara y contundente es que avanzamos para saldar toda esta cantidad de violencia que tiene el país mediante la vía de acudir a lo que en el mundo contemporáneo las diferentes guerras, los diferentes conflictos armados han acudido que es la justicia transicional. Qué tanto de mayor o menor capacidad de aplicar justicia tenga esto no depende de un estatuto genérico, universal que tenga definido qué es la justicia transicional. De lo que dependerá será es de la capacidad de negociación que tenga una sociedad para llegar a querer saldar esa confrontación. Por eso se nos vuelve un tanto complicado, porque definitivamente en justicia transicional pues si encontramos que hay unos lineamientos, hay unos principios, pero no hay un derrotero específico de cómo aplicarla. Por eso el acuerdo llega a basarse en el enfoque de la justicia transicional y lo que ha creado es un Sistema Integral de Justicia para las Víctimas. Y ese Sistema Integral de Justicia para las Víctimas, pues, si seguimos los lineamientos de la justicia transicional tiene estas tres finalidades, como son los principios genéricos de esa justicia transicional:

 

Primero. Que se reconozca ante todo que las víctimas son sujetos de derechos. Ese es el principal principio que debe tener en cuenta la justicia transicional.

 

Segundo. La justicia transicional tiene como meta promover que la sociedad vuelva a recuperar la confianza en sí misma. Porque si algo rompe y genera como daño en una guerra en cualquier lugar es la desconfianza y nosotros con mayor razón la tenemos por este conflicto tan prolongado y degradado.

 

Y tercero. Fortalecer la norma del derecho

 

Bajo esos tres principios es que se ha creado el Sistema Integral de Justicia en el proceso de la negociación.

 

En lo que quiero detenerme es en que el Sistema Integral de Justicia que se ha definido en el acuerdo está basado en los tres componentes de todos los sistemas de justicia transicional. El primer componente es que se reestablezca la verdad. Y por eso partía al comienzo de la memoria. Pero ¿cuál es la verdad? Y allí entonces nosotros vamos a tener una gran oportunidad como país. Lo que el acuerdo nos está dejando es que para que empecemos a saldar toda esta situación de rompimiento, de fractura, de desestructuración de la sociedad debemos iniciar por la verdad.

 

¿Qué mecanismo en concreto establece el acuerdo?. Todos seguramente lo sabemos, pero es bueno recordarlo. El mecanismo concreto es: se creará una Comisión de la Verdad. Y esa Comisión de la Verdad se creará para que bajo un tiempo muy específico, tres años en concreto, pueda establecer cuál ha sido la magnitud del daño de esta guerra. Pueda establecer tres cosas, dice la comisión:

 

Primero. Reconocer esos daños. Osea, ¿quiénes fueron las víctimas?

Segundo. Establecer las responsabilidades. ¿Quiénes cometieron eso?

Y tercero. Contribuir con ello a la convivencia

 

El acuerdo no dice que la comisión se compromete a la reconciliación como en otros escenarios ha ocurrido en el mundo. Es muy complicado que a una comisión se le ponga la tarea de que reconcilie a una sociedad. Pero si establece que caminemos desde la convivencia hacia la reconciliación.

 

Esa Comisión de la Verdad, me parece, se nos vuelve una oportunidad para que todo el acumulado de denuncias, de pronunciamientos, de silencios que también tenemos que son mucho más de lo que hemos seguramente denunciado, podamos tenerlo allí explícito.

 

Pero esa Comisión de la Verdad está dada para establecer esa verdad que nos permita mirarnos al espejo como sociedad, porque no será una verdad judicial, será una verdad histórica, como punto de partida también es ese proceso de reparación.

 

Ese proceso nos está convocando, en definitiva, a que la justicia que se establece allí, que fue a través de ese sistema especial, de ese tribunal que se va a crear, a donde deben ir quiénes: todos los responsables. Todos los responsables deberán ir a ese tribunal con sus más, con sus menos. También hay muchas críticas desde el sector de derechos humanos porque no se va a hacer la justicia máxima. Otros sectores dicen avanzamos hacia la recuperación de un proceso de reparación. y finalmente garantías de no repetición.

 

De parte de la guerrilla de las Farc pues las garantías de no repetición ¿cuáles van a ser?: entregar las armas, desmovilizarse. Pero nos queda como reto cómo se van a hacer garantías de no repetición para saldar definitivamente la guerra con estas víctimas cuando tenemos todavía abierto el paramilitarismo. Si algo ha demorado la negociación ha sido ese punto.

 

Como ejemplo de poder aplicar esto, en la mesa de negociación se ha establecido que se hagan unos actos de reconocimiento de responsabilidad temprana a las víctimas. Y el primer ejemplo que se tomó fue justamente la comunidad de Bojayá. Recordemos que en esa comunidad fruto de una confrontación muy complicada entre paramilitares, guerrilla, con omisión abierta del ejército, se acaeció allí una masacre el 2 de mayo de 2002, más de 79 personas murieron en un mismo lugar que fue la capilla. Y desde mayo de 2014 iniciamos un proceso de consulta con la comunidad, auspiciado por la Mesa de Negociación, inicialmente unilateralmente por las Farc, hasta que llegamos mediante un proceso de consulta que la comunidad aceptara que la guerrilla de las Farc fuera al territorio, en presencia del gobierno, y empezar a pedir perdón como punto de partida.

 

Quiero compartir ese pequeño video y con eso termino. Muchas gracias

Ponencia presentada por Pedro León Reyes Gaspar, Rector de la Universidad Surcolombiana en el diálogo "El papel de la Universidad Pública en la construcción de la Paz" desarrollado el pasado 9 de junio de 2016 en el marco del Foro - Taller "Los aportes de la Universidad Pública a la Paz Territorial"

 

Mucho se ha hablado acerca de todo lo que ha sido este proceso de inicio y posterior discusión de los acuerdos de La Habana. Eso ha servido para que al interior del Sistema Universitario Estatal, el pasado 26 de febrero, los 32 rectores de las universidades públicas firmáramos un acuerdo asumiendo 10 compromisos de cuál va a ser el papel de la Universidad Pública en este proceso de paz. Y sobre todo en esta etapa del postacuerdo, del postconflicto.

 

Todos escuchábamos el día de ayer precisamente distintas visiones acerca de las expectativas, de lo que se avizora, de los riesgos, de las dificultades de este proceso. Pero yo creo que la mayoría de los colombianos queremos paz después de más de cincuenta años de conflicto armado.

 

Anoche precisamente en el noticiero CMI presentaban una encuesta, que recientemente se hizo, y ahí señalaban que el 75% de los colombianos quiere que tengamos paz y que este proceso termine satisfactoriamente.

 

Entonces es muy importante tener en cuenta que lo que pretendemos es tener paz y como consecuencia de la paz, la generación de unas condiciones diferentes para todos los colombianos. Unas condiciones que nos lleven a un estado de bienestar, de mejoramiento en aspectos políticos, culturales, socioeconómicos, etc.

 

Es muy importante entonces recordar que lo que buscamos es avanzar en cuanto tiene que ver con el desarrollo humano, partiendo pienso de la misma definición de desarrollo humano considerada por UNESCO según a cual dice que: “el desarrollo humano es una teoría y una metodología del desarrollo económico, político y social que integra y supera los enfoques convencionales y no se reduce al aumento de la riqueza o del ingreso per cápita sino que abarca otros valores como la equidad, la democracia, el equilibrio ecológico y la justicia de género, también esenciales para vivir mejor”.

 

En ese orden de ideas es importante conocer algunos puntos importantes que implican este paradigma del desarrollo humano. Entre ellos por ejemplo el que “la libertad es un fin y el mejor medio para lograr el desarrollo”. Según este mismo paradigma “la gente no sólo es beneficiaria o receptora de las opciones, sino la protagonista por excelencia”. El desarrollo depende del esfuerzo creativo de hombres y mujeres y no de la naturaleza, ni de la suerte.

 

Y así mismo el desarrollo es para la gente porque el fin no es añadirle ceros a las cuentas nacionales, sino mejorar la vida de las personas.

 

En ese sentido entonces es muy importante que los colombianos nos proyectemos a una Colombia sin conflicto armado. Es como mediante un enfoque prospectivo ¿Qué sería de Colombia en 10 o 15 años luego de terminado este conflicto? ¿Qué tanto habremos avanzado en lo político, en lo social o en lo económico? Y también teniendo en cuenta que esa implementación de los acuerdos, fundamentalmente, se tendrá que hacer en las regiones.

 

El gobierno nacional ha señalado que para que este proceso sea exitoso se requiere de un soporte jurídico sobre el cual se ha venido trabajando y se ha avanzado. Están todavía pendientes de definir algunos aspectos muy importantes que actualmente se están tramitando en el mismo Congreso de la República, en donde además ha habido diferencias entre las propuestas del Gobierno Nacional y las Farc sobre todo en relación al mecanismo para la ratificación de esos acuerdos de parte de los colombianos. Pero efectivamente consideramos que es bien importante definir claramente estas reglas de juego y que sean aceptadas por todas las partes.

 

También es importante señalar que una de las metas de la construcción de este escenario del postconflicto es lograr la transformación y la reconstrucción de las regiones; y ahí la Universidad Surcolombiana y en general todas las universidades públicas tenemos una gran responsabilidad. Y es precisamente en este sentido en el cual debemos definir cuál va a ser ese papel, cuál va ser ese protagonismo y en qué aspectos, y con qué actores. Por tal razón, un pilar de la construcción de la paz es la territorialidad.

 

El día de ayer precisamente la doctora Andrea Carolina nos hablaba de la geografía del conflicto y las implicaciones que ha tenido este conflicto en las distintas regiones y la caracterización de la misma. Una verdadera transición en Colombia tendrá que lograr cambiar radicalmente las condiciones a lo largo y ancho del territorio colombiano. Y cambiar las condiciones implicará reestablecer los equilibrios sociales e institucionales de los territorios más afectados por el conflicto, que permitan de manera definitiva transformarlos y así poder reconstruir un pacto social en esas regiones.

 

La oficina del Alto Comisionado para la Paz en conjunto con las instituciones regionales y las autoridades locales y los diversos sectores sociales en los territorios viene trabajando en este sentido en el entendido de ir ambientando y preparando técnicamente un escenario de convivencia en el postconflicto o  postacuerdo.

 

Lo que pasa en La Habana es muy importante, se concerta con las Farc un acuerdo para la terminación de conflicto alrededor de 6 puntos - que ayer el doctor Mario nos recordaba y nos hacía un breve resumen de cada uno de ellos - que están incluidos dentro del acuerdo general. Pero la parte más importante viene después de la firma de esos acuerdos, eso ya lo hemos escuchado, y tiene que ver con la implementación de los mimos en los territorios en cabeza fundamentalmente de nuestras autoridades políticas, civiles, sociales y demás.

 

Luego de dar fin al conflicto se da una etapa de construcción de paz e implementación de los acuerdos, e implementación de los mismos y este es el verdadero momento de transformación de las realidades territoriales, especialmente en aquellos lugares que han vivido en una mayor intensidad el conflicto armado y dentro de esos territorios está el departamento del Huila.

 

Considero entonces que es muy importante que se inicie este proceso y que tratemos de reconstruir sociedad. Para ello es preciso entonces adelantar tareas sobre la manera como se debe afrontar el postacuerdo y qué actores deben intervenir. La respuesta es sencilla: desde una clara realidad y con la participación de todos.

 

La construcción de la paz no termina con la firma de los acuerdos en La Habana, lo hemos escuchado muchas veces, sino que comienza una transición que tendrá que ser lo más democrática y deliberativa posible. Muchos no creen ni quieren que el conflicto termine, eso también es otro aspecto que tenemos que considerar. Se habla de que no desaparecerán los narcos, la delincuencia común, que de todas maneras habrá inseguridad, que siguen las Bacrim. Es claro que la firma de los acuerdos no pondrá fin a todos los males de la nación, pero nada podría ser más importante para este país que pasar la página del conflicto. En virtud de todo este panorama hay unas organizaciones que tienen el deber de trabajar por este propósito nacional, entre ellas la universidad como formadora de profesionales integrales y generadora de nuevo conocimiento.

 

La universidad a través de la historia ha sido una institución que se distingue por ser el centro actividad intelectual, que cumple un rol social de alta jerarquía. En este ámbito la universidad se presenta como una de las instituciones educativas más antiguas del mundo, que a la postre se ha configurado como una macro institución compleja capaz de redefinir sus funciones en su devenir histórico; y esas funciones de la universidad se han venido reevaluando, modificando a lo largo de la historia. Es por ello que desde sus ejes misionales de formación, investigación y proyección social la universidad tiene la obligación de contribuir a la búsqueda de alternativas de solución a las problemáticas que aquejan a la sociedad desde la base de un espíritu dialogante, propositivo, respetuoso e incluyente.

 

En el caso de la Universidad Surcolombiana en estos 46 años de vida institucional ha contribuido en aspectos muy importantes del desarrollo regional. La USCO al formar los profesionales que demanda la región los inserta en una clase media. Un buen número de dirigentes y líderes regionales es egresado de nuestra universidad. El 89% de nuestros estudiantes corresponde o están dentro de los estratos 1 y 2 y solamente el 11% en los estratos 3 y 4. La USCO se ha convertido en una institución que también alberga a estudiantes de otras regionales del país y más de 31.600 egresados evidencian un papel dinamizador en los procesos de desarrollo y crecimiento regional. Es decir que la idea de la función social adquiere un sentido dinámico porque ésta no debe ser vista como un dato último, cerrado o acabado sino como un proceso dinámico que se adquiere en determinadas situaciones sociales.

 

Aquí es la función la que determina la estructura y no al revés. La función se desarrolla en un ambiente autorreferencial que permite modificar continuamente las estructuras sociales. Así las funciones sociales nunca son las mismas, sino que evolucionan de acuerdo a la capacidad autorreferencial de los subsistemas sociales.

 

El sistema de educación superior, al ser parte del subsistema de educación, adquiere funciones específicas que le permiten reestructurar constantemente las funciones ya sea dentro de la institución o en el devenir sociocultural. Por eso la Universidad Surcolombiana adquiere características y funciones propias dentro de su subsistema, pero también dentro el sistema social. La universidad y los demás actores deben asociase y afrontar una serie de cambios, coyunturas y contingencias, pues el postacuerdo es un periodo que es urgente pensar y actuar.

 

En nuestro parecer la universidad debe actuar desde dos ejes: En primer lugar, como cultivo del conocimiento, con todas las exigencias filosóficas, científicas y metodológicas; y, en segundo lugar, el servicio a la sociedad. La intersección entre la educación superior y la sociedad toma en cuenta las señales que recibe respecto de las cuales son las capacidades que la sociedad busca. Por su parte, la sociedad absorbe directamente a los graduados que a ella llegan y a menudo lo hace de una manera impredecible.

 

Algunas acciones y actores en esta reorientación social: es importante, consideramos, continuar intensificando la denominada alianza universidad - empresa – estado – sociedad; El desarrollar una mayor pertinencia desde la calidad y la cobertura; Propiciar mayores procesos y actividades con perspectivas de inclusión social; Vincular más y mejor la universidad a la comunidad en proyectos, convenios, desarrollos productivos, trabajo colaborativo; Contribuir a la construcción de nuevas políticas públicas en las regiones para una mejor identidad nacional y regional; Posicionarse en el polo de desarrollo unificado y competitivo y transformarse en ícono regional con proyección nacional e internacional.

 

Se necesita entonces una universidad que convierta los acuerdos en prácticas institucionales de tal manera que los planes, proyectos, programas y metas hagan la transición de meros discursos de paz a realidades transformadoras que permitan una mejor convivencia y un significativo crecimiento social. Esto debe hacerlo con los distintos actores: con el Estado, con los gobiernos regionales, con las instituciones oficiales y privadas, con los empresarios, con las organizaciones comunitarias, con los banqueros, con los industriales, con los militares, con la academia, con los campesinos, con los jóvenes, con la familia, con las organizaciones no gubernamentales, con la clase política, con los indígenas, con los desplazados, con las víctimas. En fin, con todos los actores de la sociedad.

 

En ese trabajo mancomunado con los distintos actores sociales consideramos se requiere una actitud pedagógica frente a este periodo del postacuerdo, pues la guerra ha sido un caldo de cultivo para la ilegalidad y la vida antisocial. Se deben construir los mecanismos para que las personas que han estado en el conflicto encuentren un espacio en la vida civil y en la inserción a la sociedad.

 

El campus de las universidades debe estar más abierto que nunca y debe permitir que pasen de ser ciudadelas a ciudades incluyentes que piensen la convivencia y la participación de todos. La universidad está en disposición de formar en varios niveles a estas personas que se reincorporan a la vida civil.

 

En ese sentido, la universidad entonces, La Universidad Surcolombiana debe participar activamente en este escenario teniendo en cuenta los compromisos asumidos por las instituciones de educación superior públicas en esa declaración firmada el 26 de febrero pasado, en donde esos compromisos se orientan hacia 10 aspectos fundamentales que me voy a permitir señalar para finalizar mi intervención.

 

En primer lugar, el apoyo a los mecanismos de refrendación de los acuerdos. Implica que las instituciones de educación superior pública estamos comprometidas en fortalecer, en los espacios y con los instrumentos de la academia, las capacidades de una ciudadanía informada y autónoma para que esté en condiciones de legitimar los acuerdos de paz.

 

En segundo lugar, la intervención en los territorios para el logro de la paz con justicia social, que se debe reflejar en que con nuestra capacidad académica intervendremos directamente en el trabajo interinstitucional dirigido a garantizar que las zonas rurales, en particular las más afectadas por el conflicto, tengan acceso y garantías a sus derechos sociales, económicos, culturales, ambientales y políticos; fortalezca en ellas la planeación participativa y promoción del diálogo social; se establezcan pactos por el desarrollo y la convivencia pacífica entre los actores locales y se dinamice el diálogo de la nación con las regiones.

 

En tercer lugar, la formación como gestores paz de los desmovilizados. En ese sentido, las universidades debemos contribuir a que los diferentes actores del conflicto político - armado tengan la posibilidad real de superar la violencia y construir una sociedad justa, incluyente y pacífica. Trabajaremos por hacer de los desmovilizados gestores y constructores de paz y abriremos nuestros programas para impulsar la formación académica.

 

En cuarto lugar, un acompañamiento y compromiso con las víctimas, un punto muy importante. Compartimos el principio según el cual las víctimas deben estar en el centro del proceso de paz. Seguiremos ofreciendo a las víctimas del conflicto político – armado nuestros programas y espacios académicos y buscaremos concertar con el gobierno nacional proyectos que les permitan recuperar la dignidad y sus proyectos de vida.

 

En quinto lugar, modernización del Estado colombiano para el postconflicto y fortalecimiento y asesoría a los gobiernos locales. Hacemos pública nuestra voluntad para integrarnos y participar en el fortalecimiento y renovación de la institucionalidad estatal para que responda a los desafíos del postconflicto en los territorios y fortalezca las capacidades de los gobiernos locales acompañándolos en el diseño de planes de desarrollo de tal manera que puedan responder a las demandas de organizaciones sociales y ciudadanas para la construcción de una paz sostenible.

 

Promoción y fortalecimiento de una cultura de paz. Invitamos a nuestras comunidades académicas, en cada institución, a reflexionar sobre la formulación de propuestas específicas enfocadas a la reconstrucción del tejido social, a la reconciliación y a la convivencia pacífica. Estimularemos el debate sobre la construcción de paz en el país y sobre los aportes que se esperan desde la responsabilidad social universitaria. Trabajaremos por desarrollar una pedagogía para la paz, transformando la cultura de la violencia en una cultura de paz.

 

Apoyo a las investigaciones para la paz. Mantendremos a través de nuestros grupos, centros e institutos de investigación y observatorios de paz, nuestro apoyo a las redes interuniversitarias nacionales e internacionales de investigación sobre violencia, conflictos, derechos humanos, dándole relevancia a la investigación para la paz.

 

Formación de ciudadanos críticos y participativos. Continuaremos apoyando la participación ciudadana como otro de los requisitos de sostenibilidad para paz. Procuraremos que esta participación se informada, incluyente, deliberativa, innovadora, capaz de contribuir a la reconciliación y apoyada en la institucionalidad existente.

 

Apoyo a las prácticas profesionales de los estudiantes para la paz. En este esfuerzo articularemos también parte de las prácticas profesionales y sociales cumpliendo un doble propósito: Que los estudiantes conozcan las limitaciones y potencialidades de sus territorios y a la vez se generen aportes para la construcción de paz y desarrollo en los municipios.

 

Y finalmente, las universidades como territorios de paz. Trabajaremos en el interior de los campus universitarios para lograr que los estudiantes se movilicen y presenten sus demandas en forma pacífica. Igualmente trazaremos los lineamientos del caso para que nuestras oficinas y programas académicos de comunicación integren en sus agendas de trabajo los temas propios de la construcción de la paz y hagan parte de las redes y mecanismos interinstitucionales sobre la materia.

 

A manera de conclusión, entonces señalaré lo siguiente: si el conflicto es una realidad, es urgente prepararnos para ello. La Universidad Surcolombiana como actor está dispuesta a aportar desde su condición de ente del conocimiento, crítica reflexión y proposición.

 

Las regiones como la nuestra necesitan una pronta atención y una inserción más activa en este proceso. Se necesita de un trabajo colaborativo de todos y cada uno de los actores. Se necesita también la construcción de nuevos imaginarios colectivos y es preciso pensar las regiones y el país desde una visión optimista, pluralista, participativa y objetiva.

 

Como reflexión final. La universidad necesita continuar desarrollando su función misional en la sociedad en la que se inserta, es decir, en esta región. Y para ello requiere el concurso de todos, sin ningún tipo de exclusión porque está empeñada en que las puertas de la inteligencia se sigan abriendo al desarrollo de los pueblos.

 

Un saludo muy fraterno para los colegas profesores, estudiantes, egresados, pero también para los líderes sociales y ciudadanos de Neiva, así como medios de comunicación que nos acompañan en este foro. Igualmente, a quienes nos escuchan a través de la emisora de la Universidad Surcolombiana, esta trasmisión en directo, y vía streaming a través del Centro de Producción Audiovisual y Laboratorio de Televisión de la Universidad.

 

Agradezco mucho al señor Rector su compañía y respaldo en la organización de este evento, no solamente en las palabras de apertura de hoy, sino que mañana en la mañana, durante el taller que vamos a realizar en este mismo auditorio, nos acompañará también con la visión de la administración de la universidad en relación con nuestro lugar y papel en las tareas de construcción de paz territorial.

 

Este evento ha sido organizado de manera conjunta por el proyecto Agenda Social Regional; las maestrías de Educación para la Paz, adscrita a la Facultad de Educación, que coordina la profesora Myriam Oviedo; la Maestría en Conflicto, Territorio y Cultura que coordina el profesor William Fernando Torres, adscrita a la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas; y la Corporación Casa de la Memoria, con quienes venimos trabajando de  manera muy estrecha en este proyecto de Agenda Social Regional y en varias iniciativas que coordina nuestro colega Juan Manuel González.

 

Igualmente hemos contado con el apoyo de otras instituciones para la organización de este evento a quienes queremos expresarle nuestro sincero agradecimiento: Fundación Ideas para la Paz, nos ha respaldado y apoyado el traslado a la ciudad de Neiva de Sergio Guarín, quien nos acompaña en la mesa. Igualmente, la organización Fórum Syd Colombia que es una plataforma de la organización civil sueca que desarrolla labores cooperación internacional en Colombia y particularmente en esta región del sur del país. Tenemos aquí a dos de sus delegados, Sergio Carmona y otra compañera de la fundación. Igualmente el Capítulo Huila del Comité de Derechos Humanos, que también se ha vinculado a la organización de este certamen. De manera que se trata de un esfuerzo mancomunado de varias organizaciones, instituciones tanto del orden regional como nacional incluso de cooperación internacional para generar un espacio de encuentro de la comunidad académica de la Universidad Surcolombiana y también actores de la sociedad civil del Huila para que pensemos nuestro lugar en una coyuntura como la que estamos viviendo y para que pensemos ese lugar ya no como simples espectadores sino como ciudadanos activos que asumimos un rol y una función de echar para adelante un proyecto de construcción de paz en nuestro país, un proyecto de desarrollo territorial para nuestro país.

 

Estábamos en mora como dice el señor Rector en la universidad de encontrarnos los colegas de distintas facultades, de distintos proyectos, para comenzar a discutir lo que la universidad puede aportar a este proceso. Cuáles son nuestras iniciativas tanto en investigación, como en proyección social, como en formación en relación con la implementación de los acuerdos de paz en este territorio del sur de Colombia. Y ese es el espacio que hoy se facilita.

 

De modo que expresarles entonces la bienvenida a este foro. Queremos agradecer a todos nuestros invitados y a las organizaciones que nos han apoyado en esta iniciativa.

 

Invitarlos el día de mañana a partir de las ocho de la mañana en este mismo lugar para desarrollar un taller justamente para reflexionar sobre las iniciativas que en distintos campos plantea la universidad en estos temas. Vamos a contar allí con la participación del profesor Jesús Flórez, decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Occidente, quien además de su labor académica importante ha sido promotor de los derechos humanos y ha acompañado iniciativas de las víctimas de este conflicto, especialmente del occidente colombiano, del Chocó, de Bojayá, acompañándolas en todos estos procesos de reparación y de situar esa perspectiva de las víctimas en los diálogos de paz. Una bienvenida muy calurosa profesor Jesús Flórez quien nos acompaña hoy, y que mañana junto con Carolina Jiménez, quien hace parte del Centro de Pensamiento y Seguimiento que la Universidad Nacional ha desarrollado desde hace un tiempo atrás acerca del proceso de paz en La Habana, un Centro que ha desarrollado iniciativas muy importantes como la organización de los foros con la sociedad civil para canalizar debates y propuestas para la mesa de La Habana.

 

Entonces, con esos estímulos, con esos alicientes mañana esperamos contar con la participación de los colegas profesores, de los colegas estudiantes, de los invitados especiales para reflexionar nuestro papel como universidad y qué iniciativas podemos desarrollar en este sentido.

 

Muchas gracias

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